viernes, 20 de enero de 2012

Santiago día 2 y 3




No sé en qué ventana, desde que terraza, en que bares, habrá escrito Cortázar en Paris, en Roma, pero la terraza de Deysi con un ligero esfuerzo de concentración bien podría ser Roma, con todos esos techos de tejas rodeándome, con la cúpula de la catedral reparándose para la llegada del papa este año. La vista podría dejarme soñar con esos lugares, el oído no, escuchar me trae de vuelta a cuba, por la mañana una trompeta intenta lograr cierta figura melódica para un son, un conjunto de percusión machaca y machaca con un ritmo que te hace mover hasta los dedos del pie dentro de los zapatos, de pronto una niña grita a tu madre, hoy no hay colegio, y ella le responde, si que hay, quien ha dicho, la maestra, vístete que ya vas a llegar tarde, la misma madre creo yo, ya a las 8 de la noche tira un, mira, fíjate si la niña se ha cambiado que debe hacer su tarea antes de comer, que la termine toda. La escuela y los uniformes, me costó un rato entender porque todas las niñas y niños vivían de uniforme incluso cuando ya era claro que no estábamos en horario escolar, el estado proporciona los uniformes a cada uno, y el cubano y la cubana son tan pero tan coquetos, y los uniformes son tan elegantes, que no se los sacan mientras sea día de semana, existe un racismo por parte de los blancos e instruidos hacia los negros, no es un hecho aislado, mi yo revolucionario lo quiso dejar como eso pero se vienen repitiendo más y más personas que los negros no son gente confiable, que los negros son los que quieren vivir sin trabajar, engatusar al viajero, sin embargo puedo encontrar los negros con más cara de chantas que cuando llevan o traen a su niño o niña del colegio los tienen de punta en blanco, impecables, la educación, una de las jerarquías de esta revolución.
Siguiendo con mi estúpida costumbre de no preguntar me fui dejando llevar por los carteles cada vez más espaciados buscando la famosa plaza de la revolución, harto ya de caminar después de haber pateado hasta el cementerio ida y vuelta, cuando ya estaba por mandar a la mierda a la revolución con plaza incluida me encuentro con la universidad tecnológica de oriente regional Julio Antonio Mella y una sonrisa se me dibujo en la cansada cara, empecé a ver otro Santiago, uno imponente, si algo descuidado pero con la gloria de aquellos años todavía vigente, edificio tras edificio se alineaban las ingenierías a mi derecha y las medicinas a mi izquierda, y una vez terminados esos edificios los fastuosos albergues estudiantiles, volví a repetirme lo de las prioridades, terminados los albergues el gigante estadio de beisbol y pegadito un teatro inmenso, pero inmenso mal, gigante con unas vigas reticuladas de acero que hacían quedar a cualquier hangar de aviones como una choza, la garúa me decidió a entrar y tomarme una tukola en el bar, mientras viejos intelectuales discutían acerca de la revolución.

Afuera la plaza tenía lugar suficiente para cualquier desfile que me pudiera imaginar, miré el monumento desde lejos con las primeras luces de la plaza adelantadas por una noche avanzada a nubes negras, de regreso luche una vez más con el internet de cuba y recorrí todo el camino de vuelta a la casa sin entender porque dejé esperar hasta que cerraran los negocios para comprar un jabón, prioridad de mañana, decidí quedarme un día más en Santiago, la universidad y la plaza tuvieron ese efecto en mi que ya había adelantado mi partida hacia Baracoa, ya que según habanatur sale la friolera de 171 cuc la excursión más barata al pico turquino.

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