martes, 24 de enero de 2012

El Huracán.




Después de servirme la cena y ante la ausencia de más gente en la casa ya que era el único huésped y su padre se había ido a dormir ya, José y yo charlamos, de sus años estudiando educación física en la Unión Soviética, de las reglas del beisbol, y de los huracanes.


Cuanto más rodeado de edificios estés es mejor, en el campo directamente se evacúa a la gente. La zona afectada queda sin luz durante varios días, las rocas del mar quedan arriba de la carretera costera, los barcos y lanchas que requieren normalmente un enorme tráiler y una grúa para poder salir del agua aparecen dadas vueltas sobre el campo, la arena de la playa hasta una altura de 5 metros queda hecha una cordillera a 15 metros de la costa, las chapas de las fábricas se salen casi todas, si las ventanas de los comercios se protejen con maderas. Éstas vuelan también por los aires terminando por impactar con otra cosa. Árboles milenarios aparecen arrancados de raíz en medio de la plaza, la destrucción es impresionante.


Nunca ocurre más que en una sola zona, se alerta antes, el ejército se moviliza y saca a todas las personas que necesiten ser evacuadas, los empleados de la empresa de electricidad de las zonas cercanas trabajan después en poner todo en regla lo antes posible, no hay víctimas, solo pérdida de dinero, de plantaciones, de viviendas, de infraestructura, pero está todo pensando y se repone lo antes posible con la ayuda del resto del país.


No como ocurrió en Nueva Orleans, eso habla de un país y un gobierno pensando en el bienestar de su pueblo, en serio.

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