martes, 24 de enero de 2012

Deseos.



Vos andá a hacer la mochila que yo voy a buscar esas pulseritas, eran dos, una para cada uno, como las palomas de mi pobre angelito, me había dicho la que me enseño a besar hace ya muchos años mientras me daba una parte de su rota gorra de baño de latex rosa, tenés que atártela mientras pedís un deseo, vés? Yo tengo dos ahora, tenía tres y una se me salió, si se te sale significa que el deseo se va a cumplir, que habías pedido?, pregunté, conocer a dos amigos éste año, y son ellos dos, los que viste anoche, el tío de mi amiga y su mujer, es increíble como en 5 días de viajar juntos nos hicimos tan íntimos.

Me emocionó lo que había pedido, me hizo pensar tanto, hoy mientras leía arrullado por el mar Caribe mientras ofrecía como sacrificio al dios del sol mi piel, las palabras del libro frente a mi empezaron a pasar como detrás de una cortina de la misma forma que pasan cada vez que uno se detiene en un pensamiento en el medio de una lectura, las letras de desenfocan, la vista se va al margen, y luego se levanta, esta vez para fijarse en el turquesa de un mar que sin olas me perdía en el deseo.

Dos amigos, no uno, o algunos, el genio de la lámpara tenía la consigna muy especificada, dos amigos, no sé cuándo fue la última vez que sentía haber hecho un amigo. De chico tuve mejores amigos, nunca más de uno, pero uno sucedía a otro, eran los que pasaban más tiempo conmigo, los compañeros de aventuras, José Matías, Gustavito, Sergio, Leo, Eduardo, Demián, y con Demián se cambiaba la categoría, compañero de tantas cosas que excedían el colegio y el juego posterior, vivimos muchas cosas juntos por primera vez, los dos, pasamos por muchos cambios en compañía.

Después vino el fin de la etapa Madryn, de la escuela, y Buenos Aires vino con José y Maxi, un montón, un trío que no dejaba de moverse, con José también pasamos muchas cosas muchos cambios, muchas experiencias iniciáticas y transformadores juntos, con Maxi fue diferente, era un entendimiento que no necesitaba de rutina, de habitualidad. Las primeras angustias y depresiones porteñas, cuando todavía en Haedo las ahogaba en cervezas cada vez que iba a Capital a salir con José y la banda, y las escribia en largas diatribas, delirios, llenos de pedazos de letras de canciones que de pronto sentía propios, amontonadas entre confesiones, filisofías de trasnochados, que religiosamente anotaba de una corrida con birome sobre hojas de cuaderno, de esos cuadernos de tapas duras que se sentían universitarios, y al llegar a dos o tres doblaba sin releer nada, metía en sobre y enviaba a Rosario, en donde pacientemente Maxi leía y archivaba.

En los fugaces encuentros a mitad de cuatrimestre o en los más largos inviernos y veranos de guitarras y asados, de playa, churros y vueltas a la rambla había una devolución de todo eso, y las noches pasaban, en la camioneta de josé, en el patio de Paula, caminando Santa Fe ida y vuelta, y mi vida y la vida de mis amigos iba cambiando, a veces a la vez, a veces con un ligero destiempo que nos daban la oportunidad de que alguno tuviera más experiencia que otro en algo y saliera más fácil el consejo, la palabra de aliento, el va a pasar.

La militancia, la facultad fue otro deambular de conocidos, de compañeros que a veces dejaban de ser solamente eso para imponer cervezas en medio de la semana sin razón alguna, para quedarse mas de la hora hablando de cosas importantes, para regalar libros, hacer gancho, dejarse de ver un par de años y volver a llamar como nada, para quedarse a dormir porque era tarde, para caer a madryn de vacaciones, y sentir que si miramos atrás no se podría escribir ninguna biografía seria sin su opinión, que esta incrustados en pedazos de mi vida de forma definitiva.

Recibidas y casamientos intentaron caer como murallas, como alambrados que separaban etapas, que intentaban infructosamente que unos quedaran de un lado y otros del otro, las distancias aparecían, a veces coincidentes con los indiscutibles kilómetros de la geografía, otras veces invirtiendo, y desacreditándolos, siempre un volver a conectarnos, un guiño, una mirada silenciosa con media sonrisa en el medio de un tema tocado en la guitarra, o escuchado desde un parlante, una frase completada y el confort, más bien el repentino golpe de felicidad, de esa honda y con efectos colaterales de sentirnos menos solos, de ver a alguien a nuestro lado en esta vida que por momentos no sale como pensamos, o no sabemos pensar como debería salir.

El deseo de ella me trajo todo esto que el turquesa del mar Caribe ahora me devuelve masticado, fino, como las piedras, los caracoles y corales que el mar con paciencia de años hace rodar hasta convertirlos en arena, arena que pasa como la de los relojes esos en los que me puse a pensar hace un rato mientras disfrutaba como mis pies se hundían en ella, ésta es arena de reloj de arena, me dije, símbolo universal y eterno del paso del tiempo, tiempo que se escapa en esto que llamamos vida y que mientras cae por el agujero a la parte de abajo deja a la vista esas cosas que no pasan por el agujero, que no se van, que a veces no se ven pero cuando la arena se corre un poco vuelven a aparecer, esos amigos que tuve y esos que tengo.

2 comentarios:

  1. guau!!!! En todos me llevás a viajar por lugares que no vi ( a pesar de haber estado!).En este ( en algunos otros too) me invitás a viajar por tu interior que de pronto se ¿universaliza? al ver mi interior too , al no ver ya tus amigos sino , simplemente(?) la Amistad . Gracias

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  2. LXS AMIGXS SON FUNDAMENTALMENTE TIPXS QUE NO ESTAN EN LOS EXTREMOS DE LAS RUES, SINO MÀS BIEN ESTÀN EN LOS LUGARES QUE DEBEN ESTAR Y SUELEN CAMUFLARSE EN OTROS MOMENTOS DEL VIAJE. SON SERES QUE QUIZÀS NUNCA PODAMOS ENTENDER PORQUE SON LO QUE SON, PERO QUE AHÌ ESTÀN, SON RUTA, BANQUINA, ESTACIÒN DE SEVICIO, BIDÒN, PASTO, RIPIO, ANSÌAS, NADA Y TODO ESO JUNTO.
    LA ARENA EROSIONA LA ESPUMA DEL MAR, SI QUISIESE...

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