martes, 10 de enero de 2012

Habana día 3



Pero para mañana van a dar buen pescado, también llegaron papas y verduras en latas al puerto del mercado. Escapando de los lugares turísticos uno deja de ser, al menos para el otro, un turista, mucho ayudó que haya perdido mi hermoso sombrero de lana boliviano y me haya quedado con esta gorra de algo de paddle, La barba no ayuda, pero ya encontré dos cubanos con barba (no estoy contando a Fidel) camino más que nunca en mi vida, las guaguas pasan a toda velocidad con sus 40 metros de largo pero a mí no me interesa apurarme sino tener tiempo para ver, sentir.

Habanna es un vitraux de diferentes colores, de restos de fastuosa ciudad colonial, de vestigios de grandiosa capital comunista, y por sobre todo eso el tesón cubano de arreglar todo para poder seguir usándolo, que no se corresponde con el “tíralo y espera uno nuevo” de la mejor época de ser el “hijo bobo de la Unión soviética” y más si con su historia, tanto la de siglos, como la de los “5 hombre y 3 fusiles”.

Los cubanos mismos son también un popurrí, entre los buscavidas que rodean a los turistas en las zonas céntricas, los niños y adolescentes que viven su vida sin importarles nada más que estar prolijos y limpios y poder galantear y ser galanteados con sus peinados a la gomina, sus brillos y faldas de colegio, están los viejos que por estas cuestiones de la vida son los que mas me cruzo en la calle, porque pasan la mayor parte del tiempo en ella, no como en argentina que se encierran solos en sus casas con temor a todo, acá no, acá compran el diario todos los días, se sientan en la plaza a discutir de beisbol y de si tal o cual fue la gloria o la vergüenza de la pelota cubana, merodean la puerta de los cines eligiendo que película ver, esperando se abra la boletería.


Ayer volvía de la estación central dando una larguísima caminata por zonas ni céntricas ni turísticas, ni siquiera tan concurridas, quería llegar a 23 y 12, al cine, cené temprano en una barra con gente que pedía más o menos lo mismo que yo, alguna hamburguesa con huevo y una lata de refresco, o jugo, era bastante temprano así que me hice el boludo y me quedé allí un ratito más, se armó una discusión tremenda con un hombre que no se que decía de una mujer que trabajaba allí, en las caras de ellos, y del resto podía ver lo grave del asunto, mas no en el tono de sus voces, no en ningún gesto de uso de fuerza, al igual que en la discusión de tráfico entre un taxista y un bicitaxista en el centro más temprano no hubo necesidad de la fuerza, aquella discusión, esa búsqueda de llegar a un acuerdo terminó con los dos diciendo “bueno que venga la policía, yo no me voy a mover de aquí”

Caminé una cuadra y me senté al lado de un viejo e un cantero, al rato se le acerca otro de perfectamente planchado pantalón claro, saco, cadena dorada en la muñeca y una perfecta y brillante cabeza calva y negra: no si yo quería saber que tu sabes de, y aquí dijo el nombre de un cantante al parecer de son histórico de cuba, porque yo he visto la película, no que yo además de músico soy historiador de música, esa película es mentira, él no era así, mi papá que era trompetista en su orquesta me lo dijo mil veces, que él no fumaba nada, nunca, que lo que si tomaba, bueno hasta que el médico se lo prohibió, le dijo, tu vuelves a tomar y no te dejo cantar más, así que antes de salir al escenario el pedía una medida de ron y se la echaba en sus manos y se refregaba la cara y el cuello con ella, para tener olor y que la gente pensara que él seguía tomando, pero ni tomaba mas.

1 comentario:

  1. Como no pude evitar mi compulsion abogadil le pregunte a un cubano: Como hacen aca cuando hay un accidente? hacen juicio?, no -me contestó- lo paga quien tuvo la culpa. Y pero que pasa si el que tuvo la culpa no lo quiere admitir? dije yo. El cubano me miró extrañado: ¿como seria eso? contestó

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