sábado, 4 de febrero de 2012

Camboya

03 de febrero
El Pop ha hecho estragos en el sudeste asiático. Es decir, uno sabe, o siente o presiente. Se puede hacer pop en ingles, en francés, en alemán, en español y hasta incluso en japonés. Pero el pop vietnamita o camboyano es una especie de insulto a la naturaleza de las cosas, algo asi como un holandés persiguiendo guanacos con una boleadora o cantando una zamba. Abrumadoramente fuera de lugar. Para colmo no se que tiene esta gente con el karaoke, aman, literalmente aman el karaoke. El nombre de la actividad me hace sospechar que la inventó algún oriental, habría que buscarlo y…, en fin. Todo el viaje de Saigón a Siem Riep escuchando pop camboyano sonando en la tv del colectivo. Eso si, con la letra abajo para que uno pueda seguir los temas, no sea cosa que… y después… en fin, mamaríamos todos.
Cruzamos el rio Mekong, si ese de las películas en una balsa enorme con micro, camiones de carga, carretas y todo, en la frontera camboyana uno de los agentes con una enorme sonrisa nos dijo “Argentina welcome to Cambodia”, un divino.
Camboya es un país muy pobre, que recién ahora está creciendo dificultosamente. En el 53 obtuvieron la independencia de Francia, gracias a la lucha de los vietnamitas. Hasta el año 1975 gozaron de un periodo de paz y prosperidad, oscurecido cada tanto por la guerra que se estaba sucediendo en su país vecino. Tanto los norteamericanos como el gobierno dictatorial de Vietnam del Sur, invadieron territorio camboyano en busca del Viet Cong, arrasando, por supuesto, con todo a su paso.
En el 75´ un loco de mierda llamado Pol Pot, jefe de los Jemeres Rojos instauró una sangrienta dictadura. Al tipo -y a sus muchachos- se le ocurrió la brillante idea de transformar a todo el país en una gran cooperativa campesina. Para eso sacó compulsivamente a la gente de las ciudades, exterminó a los intelectuales, a los comerciantes, a cualquiera que usara anteojos o hablara otro idioma, masacró a todos los monjes budistas, destruyó templos y las pocas industrias que había en el país, prohibió el comercio, la religión, la lectura, la educación pública o privada, cerró los hospitales, en fin, un pan de Dios. En menos de tres años y algunos meses se cargó a más de un millón setecientos mil camboyanos, otros dos millones morirían de hambre entre el 78 y el 80 porque a encima de todo esto, las cosechas se perdieron.
Imagínense que la opinión pública mundial estaba con los pelos de punta por todo el asunto, así que se juntaron los grandes dueños del mundo -defensores de la libertad por excelencia-, y en forma unánime acordaron que era necesario ponerse de inmediato a no hacer absolutamente nada con respecto al tema, en la firme convicción de que todo el asunto les “chupaba un huevo” porque en Camboya “no hay un carajo que podamos robar”.
Tuvo que venir al rescate Vietnam, si ese mismo país pobre que recién se estaba recuperando de la guerra y que no estaba precisamente como para tirar manteca al techo, que invadió el Camboya en 1978, tomó la capital y le pegó una patada en el culo a Pol Pot y a los Jemeres Rojos que siguieron hostilizando al pais en forma de guerrilla hasta 1998. Es importante mencionar que luego de hacer el trabajo complicado, Vietnam le dejó la administración del país a la gloriosa ONU, que lo administró por dos años. Este maravilloso organismo multilateral permitió que los Jemeres Rojos ocuparan el asiento en la Asamblea General hasta 1991, e impulsó definitivamente dos industrias que ya en ese momento se avizoraban como la perla del siglo XXI: la prostitución y la trata de blancas, con el consecuente aumento del SIDA para toda la región, y el pop camboyano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario