lunes, 27 de agosto de 2012

Conjugaison du verbe rêver


Hubo un momento de mi adolescencia o juventud en donde las ansias inconformables de vivir experiencias extraordinarias me llevaron a pensar que era mejor buscar con la cara ese rincón entre el colchón y la pared en donde poder efectivamente hacer fuerza para dormir y quizas, nunca estaba garantizado, soñar con algo genial.

Dormir era escapar a la realidad, era de alguna forma evitar confrontar lo que venía de afuera, convengamos que a veces la realidad ayudaba con largos inviernos patagónicos en donde el ruido del viento filtrándose como un virus mortal entre las rendijas de las ventanas, trayendo esa tierra del medio de la meseta que sin compasión alguna se acumulaba encima de cualquier cosa que esté ahí para recibirla, mañanas invernales que ensayaban fríos duros y noches demasiado largas como inútiles intentos de convencerme a dejar la cama.

Cambie al viento por la lluvia, y la metrópolis vino a sumar sus tormentas de semanas, sus humedades de más frío, sus veranos ensopados, un afuera que quedaba más lejos todavía, mojado y tres pisos para abajo, y un entrepiso que alguna vez, algún hermano tras una lucha de portero a la que no preste atención calificó como mi trono. Justo en ese momento en el que la distancia con los padres, con la ciudad natal y con la mayoría de las personas conocidas forzaba un debut de independencia, un estreno de nostalgias y un relampagueo de novedades y sorpresas, justo en ese momento donde aparecían cosas para pensar y soñar, la lluvia, el cielo nublado y la ciudad que a menudo se parecía hostil me regresaban a los sueños premeditados de la adolescencia.

Una lista de primeras veces en mi vida, lista de momentos iniciáticos y formadores, iba a ocurrir en esos sueños. Mi primer beso con la chica del vestido rojo, construida entre caras de compañeras de colegio e ilustraciones de una enciclopedia de la fotografía, me habría de dejar enamorado, saboreando ese gustito del amor consumado que había añorado tanto de niño, mientras rigurosamente caminaba sobre las uniones de las lajas de la vereda repitiéndome en secreto el que pisa la línea tiene novia, mientras me sonreía en un secreto que de pronto entendía la idea de intimidad, aquello no compartible, por vergonzoso y hermoso a la vez.

No recordaba ni el nombre ni la cara de la chica con la que tuve por primera vez sexo, entre las sábanas escondí mi cara mientras mis ojos hacían fuerza para volver, para regresar a esa cama inventada en esa habitación de esa casa que se parecía pero no era, como todos mis sueños, en esa ciudad que decía ser pero tampoco, con esa gente que me veía desnudo pero ya consciente de estar en un sueño no me importaba, el pudor quedaba tapado por la desesperación de no poder recordar a esa ficción que me había dejado sin saber quien era antes de irse con la llegada de la realidad de un sol que entraba horizontal y repetia el mecerse de los arboles pelados de invierno sobre la pared del living, en naranja, naranja frío y leche con copos.

Hubo veces en que ese otro lugar se solapaba con éste, en que coincidencias hacían que note un asiento mojado y pregunte por una lluvia que recordaba pero no había pasado, que traía noticias de volcanes que rompían en erupción y cenizas que llegaban volando y la lava que nos encerraba contra el mar, y de vuelta el lugar éste, y no ése, y como si el volcán está tan lejos y al otro día llegaban las cenizas, y fatídicamente miraba a mis padres con cara de fin del mundo recordando las noticias de la tele, pero de la tele de ése y no de éste y la lava nunca vino, y las cenizas se fueron.

Alguna vez sostuve el principio de que quedarse en casa podía ser más cómodo que salir, que evitaba malos ratos, pero que indefectiblemente sabía uno que iba a pasar, más allá de una buena o mala película, no había chances de que la mujer de mi vida apareciese en la puerta a las 2 de la mañana tocando bocina, ni que fuera entrevistada en un programa de la tele local, según este principio solo había posibilidad de que algo inesperado, sublime sucediera si uno se enfrentaba a la realidad, aunque el viento, el frío, el sueño, la entrada y la vuelta en remis. Otras veces la confianza en el mundo otro aparecía nuevamente y volvía a creer en los sueños, o sería más correcto decir, en soñar.

je rêve

          je rêvai

                          qu'on rêve

Hice un viaje hace poco, que duro mucho, y poco, que tuvo una etapa de moverse, de ausencia de rutina, de almohadas cambiantes, de cuellos duros, de alarmas, de soles despertadores, de remeras prestadas y tobilleras, de paises nuevos, de amigos que seguían viajando con sus despedidas, y otra etapa más quieta, de colchón en el piso, de compra semanal en el super, de horario de trabajo y rutina, de menos sorpresas y menos amigos nuevos, de quedarse un tiempo en el mismo lugar, pero no dejar de viajar. Esta otra etapa siento como si no hubiera terminado, porque ese segundo viaje, ese viaje en viaje que empecé en ese momento tuvo un muro de papel que se cruzo en el camino, tuvo kilómetros recorridos después, más paises y sin embargo en ese otro lugar, ese que se entra por el espacio entre el colchón y la pared, en ese lugar yo sigo viajando, ese segundo viaje no se terminó, al menos eso espero, aguardo, sueño, con los ojos cerrados con fuerza, j'espère, j'attends, je rêve, encore.