Chocolatada en cartón y galletitas a las ocho de la mañana
mientras salíamos de San Miguel rumbo a Managua, de excelente humor luego de
una noche con aire acondicionado, ducha caliente, y demás lujos burgueses que
no nos permitían olvidarnos de Perquín pero ya nos ponían en la cabeza nueva
información con otra guerrilla, otras fechas, otras colaboraciones y un intento
en el aire y sin google de armar un plano de la lucha armada revolucionaria en
la América Central de los `70s y `80s.
En el Documento tenía como dos nombres y tres apellidos pero
durante los 12 años que vivió en los campamentos revolucionarios de Morazán
solo se lo conocía como Carlos, de habitación en habitación del Museo de la
Revolución intentaba darnos una idea de lo que fueron esos años, ninguno de nosotros
sabía lo que significaba pelear tantos años, y su humor pasaba de la nostalgia
recordando compañeros caídos a la euforia detallando practicas guerrilleras de
emboscada al ejercito, enumerando los marines y agregados militares
Norteamericanos caídos en diversos ataques.
Nosotros éramos gente de campo, acostumbrada a caminar y
caminar por la montaña sin calzado a menudo, por eso cuando vienen jóvenes y
veo su entusiasmo ante la salida armada a los conflictos les digo que eso ya
pasó, que no podrían soportar todo lo que conlleva la guerrilla si se quejan
por subir cuatro escalones con un bidón de agua, la guerra ya pasó, logramos
los acuerdos de paz para terminar con la guerra, para dar la lucha desde otro
lado, costó muchísimo y quizás este museo sirva para eso, para que no se
olviden de lo que costó la paz y no la desperdicien.
Intentando averiguar si recordaba el paso de Ana y Daniel
por allí, lo dejo a Carlos sumido en una especie de tristeza perdida casi sin
fuerzas para estrechar la mano que le extiendo con mi agradecimiento, 3 cuadras
abajo nos esperaba La Abuela para mostrarnos café mediante, el libro que un
investigador Español recientemente publicó con las cartas que ella guarda de su
hijo, estudiante de medicina, miembro de la guerrilla, preso, entrenado en
Vietnam y caído en un ataque cerca del Volcán Santa Ana que hacía días nomás
había yo subido en compañía de casi 40 estudiantes de arquitectura de la edad
que ese hijo tenía cuando pasó a la clandestinidad, la abuela nos cuenta del
antes y del después, nos pone al día con el actual gobierno, lo que le está
costando lidiar con los desastres de 15 años de gobierno de ARENA la misma
fuerza que estaba a cargo del estado cuando Monseñor Romero fue asesinado y
todo de desmadró, llaveros, posters, fotos juntos y la dirección de correo para
enviársela, un beso a la abuela y otro a la señora de la Pupusería fueron
nuestros saludos a Perquin.
Vuelvo al bus y se me confunden las banderas entre puesto y
puesto migratorio, hay algo en Nicaragua que ya se empieza a ver desde la
frontera, algo en sus mercados, en su gente, vuelvo a ver carteles del gobierno
que hablan, que llenan de entusiasmo, vuelvo a ver niños y niños con sus
uniformes del colegió y me acuerdo de cuba y esas sonrisas perfectas en las
morenas caras con sus tirantes peinados y sus planchadas camisas, vuelvo a
sentirme con ganas de caminar calles, de mezclarme entre la gente cerrar los
ojos y escucha al pueblo.