lunes, 27 de febrero de 2012

PanaChamulaJchtel



Rencontrarme con la hermana de la colo, rencontrarme con Jere después de dos meses de habernos conocido en el avión que me permitió empezar con este viaje de forma concreta, rencontrarme con Sarah, la francesa que se va a ir a vivir a Canadá, rencontrarme con Niv, el israelí hijo de cordobeses, rencontrarme con las ganas de seguir viajando y con un correrse de las nubes autoimpuestas que se amontonaban en el horizonte y no me dejaban ver para donde agarrar, rencontrarme con una guitarra y con el hacer música de vuelta. Esos reencuentros ocurrieron en San Cristóbal, y permitieron otros encuentros igual de importantes.

Encuentro con las tradiciones más propias y más celosamente guardadas de los pueblos mayas, de los habitantes de esas montañas, esos bosques y esas selvas que se extienden desde Yucatán hasta la republica de Guatemala, encuentro que empezó en Zinacatan, pueblito que está en un desvío del espectacular camino de montaña que nos lleva desde San Critstobal hasta San Juan Chamula. A diferencia de este último allí si se permite sacar fotos y nos sacamos fotos con ellos, y nos sacaron fotos y de pronto me di cuenta que eramos los únicos turistas de todo el carnaval, los únicos que se habían metido en el medio, que habían querido formar parte de esa fiesta que representa lo que uno es, y hecha con alegría música, baile y bombas de estruendo a la mala suerte y las desgracias. A diferencia de Chamula no nos protegieron de las cosas que pasaban, nos incluyeron en la comparsa de los zapatistas, nos dieron un arma de utilería a cada uno y fuimos pasando de estación en estación del carnaval de Zinacatan, ustedes vienen con nosotros!, nos dijeron con el tonito agudo que fuerzan por razones que seguimos discutiendo. A diferencia de la comparsa, en la misma capillita abierta donde sonaba la marimba y la batería de cacerolas, un grupo de hombres, con caras curtidas por el sol y el frío de las montañas rezaban empedernidamente un avemaría entre cruces de madera, incienso y tequila.

Encuentro con Guatemala, con una van loca llena de gente especial, interesante, cada uno con su viaje, con su vida por hacer y su vida hecha. Encuentro con Juan, el anarquista, ex comunista, profesor de yoga, chamán y excelente tipo, que no es condición de ninguna de las características precedentes, con sus charlas sobre la historia de España, nuestras apreciaciones sobre la primavera árabe, los indignados españoles y la argentina del 2001. Encuentro con el lago de Atitlan, sus volcanes y sus mayas escondidos entre tradiciones, historias que son mitos y no. Encuentro con la cerveza de litro de Guatemala, con los amaneceres en el lago, con las ambullidas la meditación y los desayunos con huevos y frijoles.

Encontrarme con la gente dando la vuelta al perro con la gente del pueblito del otro lado del lago, subiendo 6 cuadras a mas de 45 grados de inclinación, subiendo sin poder creer como por esa calle podría llegar a subir ningún vehículo, ninguna señora mayor con su bebé a cuestas, y sin embargo lo hacían. Llegando al centro de una pequeña ciudad, como cualquier otra con su iglesia frente a su plaza, quedándonos media hora mirando un partido de básquet femenino, comiéndonos los mejores tacos del viaje entre gente, gente de ahí, éramos casi los únicos turistas en el pueblo, eso nos permitió dejar de ser los turistas en la ciudad turística, para poder concentrarnos en sentir la ciudad, sentir su gente, sin vernos como turistas, como en una casa sin espejos.

Encuentros y desencuentros que hacen a la vida esa suma de momentos que de alguna forma justifican nuestra existencia en este mundo.

sábado, 25 de febrero de 2012


Back Home

Siendo las seis de la mañana del sábado en nuestros cuerpos, y las once de la noche del viernes a nuestro alrededor, volvimos a pisar el suelo patrio después de un mes exacto de nuestra partida.
Atrás quedó Indochina y un viaje increíble, donde conocimos lugares tremendos, costumbres sabias (y raras), comidas ricas (y picantes), y gente de todos los colores y procedencias.
En todos los viajes se aprende mucho, “la mejor escuela de la vida es poder viajar” dice siempre Manu Chao y tiene razón.
Nos volvemos a suelo argento con varias cosas aprendidas y tantas otras, que ya sospechábamos, confirmadas.
En el mundo hay gente mala, a quienes no les importa el prójimo ni su pueblo ni su país, gente que esta ahí esperando para aprovecharse de las desventajas de los otros. Pero, y por sobre todas las cosas, en el mundo también hay gente buena. Gente que ama el lugar donde vive, que solo quiere trabajar para poder vivir, para viajar. Gente que sueña, que es muy distinta a nosotros, pero muy parecida al mismo tiempo. Todos buscamos ese” lugar” donde estar en “familia”, donde querer y que nos quieran, seamos thai, vietnamitas, argentinos, camboyanos, australianos, chinos, singapurenses, españoles o mexicanos.
Todos, con nuestras diferencias, en el fondo sabemos que lo importante de la vida no es el dinero, ni los horarios, ni el poder, y que en el mundo hay pocas cosas más bellas e importantes que ver un atardecer en la playa o compartir una sobremesa con amigos o “familia”.
Este es es el último post en este blog, al menos sobre Indochina y esta experiencia que nos cargó de pilas para lo que viene en el 2012. Gracias Adru por hacernos un lugarcito, y gracias a todos los que compartieron el viaje con nosotros leyéndonos, será hasta siempre!!!.


Koh Phi Phi

Estuvo bueno que nuestros amigos catalanes, y casi todo el mundo, nos advirtieran que Koh Phi Phi era un caos de gringos borrachos y de mugre en la playa, y que no era buena idea pasar la noche ahí, por lo que decidimos ir solo por unas horas.
Estuvo bueno levantarnos temprano para devolver la moto (y recuperar el pasaporte) y que la encargada se levante por nosotros a las siete y media de la mañana.
Estuvo bueno que la señora de la agencia de viajes que estaba frente al hostel, a la que le compramos el ticket, se quedara en la vereda de enfrente esperando que nos pasaran a buscar en el horario pactado.
Estuvo bueno tardar solo una hora y media de Koh Lanta a Koh Phi Phi, luego de varios viajes que nos hicieron perder casi todo el día.
Estuvo bueno llegar a Koh Phi Phi a las diez de la mañana y sacar el toque el pasaje para Phuket para las 14:30 (último bote del día), y que nos guardaran las mochilas ahí mismo.
Estuvo bueno encontrar rápidamente un bote privado que nos lleve a Maya Bay por un precio razonable.
Estuvo muy bueno llegar a Maya Bay (“la playa” de película), ver que estaba abarrotada de gente e irnos a una playita a un costado que al rato quedó completamente vacía, solo para nosotros.
Estuvo bueno despedirnos de las playas de Tailandia en un paraíso, hacer snorkeling por última vez y ver a los peces loro comer raspando las piedritas del fondo.
Estuvo muy bueno haber encontrado la luneta, que creí perdida cuando abrí la bolsa de snorkel y no estaba!
Estuvo muy bueno que el timonel del taxi boat nos pase a buscar por la isla exactamente a la hora señalada (1:40)
Estuvo bueno volver a Koh Phi Phi, agarrar las mochilas y salir para Phuket al toque.
Estuvo bueno que el taxista en Phuket, que no sabía dónde estaba nuestro hotel porque era muy nuevo, se preocupara a full por llevarnos a destino, preguntando en todos lados y llamando por teléfono hasta que se pudo ubicar.
Estuvo muy bueno pasar la última noche en una suit de luna de miel más grande que nuestro departamento.
Estuvo bueno que el recepcionista del hotel nos prepare un desayuno muy rico y después nos lleve al aeropuerto sin cobrarnos nada y sonriéndonos mucho todo el tiempo, charlando de todo en su medio inglés.
Estuvieron muy buenos, excelentes, memorables, estos 17 días en Tailandia.

viernes, 24 de febrero de 2012


Koh Lanta

Después de Khao Lak, el siguiente movimiento natural tendría que haber sido Koh Phi Phi, sin embargo ellos eligieron Koh Lanta, y para ahorrar el sesenta por ciento del precio del pasaje decidieron ir por su cuenta.
Los primeros rayos de sol de la mañana cayeron en sus cabezas luego de media hora de espera en la parada del bus. No podían ir a desayunar por miedo a perder el micro. Tampoco podían quedarse sentados en la parada, ya que de no hacerle una seña, el bus no se detendría.
Luego de dos horas de espera, finalmente subieron y luego de dos horas, estaban en Phuket.
El calor era agobiante, como siempre, el peso de las mochilas parecía multiplicarse con el paso de las horas, con el paso de los metros.
En Phuket la joven pareja abordó una minivan con destino a Koh Lanta. Nadie les había advertido que el viaje duraría cinco horas, nadie les había advertido que como compañeras de viaje tendrían a un par de chicas francoparlantes que hablarían sin cesar durante las primeras tres horas.
De pronto, con la espontaneidad característica de los fenómenos climáticos en el sureste asiático, “el dios de la tormenta quiso abrir la caja de los truenos y tronó”. La lluvia era tan intensa que rápidamente se formaron enormes charcos sobre la autopista, que lejos de acobardar al conductor, aceleraba generando un desplazamiento acuático a los costados del vehículo que ya a estas alturas era un verdadero anfibio. El particular fenómeno provocado por la velocidad y la lluvia, no sorprendió a la joven pareja, acostumbrada ya a los avatares del tránsito, tan propios del cono sur. Sin embargo provocó el terror de las muchachas francoparlantes, quienes como por arte de magia, hicieron silencio durante el resto de la jornada. Ambos se miraron y rieron satisfechos, pensando que no hay mal que por… (exacto).
Llegaron a Koh Lanta bien entrada la noche, bajo la lluvia. Ni bien bajaron de la minivan, varios conductores de tuc tucs se abalanzaron sobre ellos ofreciendo viajes por las sumas más disparatadas que uno podría imaginar, y luego de algunos minutos de regateo se subieron a uno que los llevó a un hostel cualquiera, cuyo nombre habían tomado de la Lonely planet, porque no tenían reserva alguna.
Como no podía ser de otra manera, el hostel en cuestión estaba completo. Él se maldijo para sus adentros pensando que debió haberse quedado despierto la noche anterior y buscar en internet una habitación. Ella pensó que lo mejor era seguir buscando. A los pocos minutos ya tenían una habitación en lo que parecía un Café, aunque después resultara un prostíbulo.
Koh Lanta les pareció una playa más, nada diferente de lo que ya venían viendo, muchos resorts, bares, restaurants, turistas europeos por doquier. Sin embargo nunca se cansaban de las largas playas, la cálida temperatura de las aguas del mar de Andaman, ni de los atardeceres en la playa. Disfrutaban mucho las caminatas en la playa, las charlas comiendo ananá recién cortada, del snorkeling.
Decidieron sacar ticket para ir a Koh Phi Phi al siguiente día. Aunque el destino tenía otros planes.
Con pasaje en mano, se conectaron a internet para buscar alojamiento en Koh Phi Phi, les había advertido que esta pequeña isla estaría abarrotada de turistas fiesteros, pero no podían despedirse de Tailandia sin conocerla, la idea de “la playa” era casi magnética.
Por casualidad, al conectarse revisaron el FB y encontraron un mensaje de los amigos catalanes que habían conocido en Koh Tao, Albert y Alba. De esos amigos de viaje que de compartir tanto en tan poco tiempo ya suenan como grandes amigos. Los amigos catalanes les contaban que también estaban en Koh Lanta y que no fueran a Phi Phi, que era perder tiempo y dinero. Todo es más intenso en los viajes pensaba el mientras contestaba el mensaje y ella pensaba en devolver los tickets recién comprados. Arreglaron para encontrarse, de nuevo él pensó en la intensidad de ciertas cosas en los viajes.
Al día siguiente alquilaron una moto, a la que bautizaron “Mogollón”, que en catalán quiere decir “un montón” y fueron a recorrer la isla con los amigos. Comieron helado y fueron el kayak a las islas cercanas. Por la tarde, los cuatro contemplaron el atardecer en la playa, con mate y se despidieron con comida italiana… en un local local.

sábado, 18 de febrero de 2012

68 Romina para armar



La veo dormir y pienso. La tos no me deja dormir y la falta de luz no me deja leer así que la miro y pienso. Sin Ella este viaje sería impensable. Me perdería en cada esquina y dudo que hubiera podido salir del aeropuerto de Singapur.
Ella es la que leyó toda la biblia lonely planet. La que sabe a donde ir después. La que se ubica en todos los mapas y agarra su mochila y va para adelante y a uno no le queda mas que seguirla como se pueda. Ella que sabe siempre que hacer y me convierte por momentos en un admirador que cada tanto traduce. Ella que se rie de mis chistes y me hace reir y el capitulo 68 de Rayuela.
Me hace enojar y me cambia la vida a cada rato. Logra que me rinda a cada rato, que capitule y a la vez que no me rinda nada. Ella que duerme y se acurruca, de a poquito se acurruca, de a poquito sube y sube y lo va viendo todo. Se zambulle en las conversaciones con gente cuyo idioma no entiende, pero se manda igual, porque sabe que de alguna manera va a lograr lo que quiere, siempre lo logra.
Que me hace confiar en mi y en todo, y que sabe (y se) que todo va a estar bien mientras nos tengamos cerca.
Sin ella este viaje, -o cualquier otro- seria impensable, ella es este viaje, porque a la vez es estar como en casa en cada rincón en el que nos acurruquemos, y el capitulo 68 de Rayuela.

Khao Lak


Algun dia de febrero, ya no se bien cual...

En Koh Tao dejamos una cabañita que no tenia agua caliente ni ropa de cama, y mucho menos servicio de limpieza. Con un baño sin mochila y había que utilizar un balde de agua cada vez. Una cabañita donde reinaban los granitos de arena. Sin embargo nos costó bastante dejar Koh Tao, la isla tortuga donde ya no hay mas tortugas.
Nos costó porque ahí dejamos amigos como Albert y Alba, dos catalanes súper enamorados de la vida y entre ellos, como Fernando, un madrileño fanático de la fotografía, de los gatos y de caminar por calles que no se sabe bien en donde van, como Hernán el koreano mas argentino de todos los koreanos que tiene un negocio de ropa en Belgrano, que nació en Villa del Parque y al que todos creen japonés. Como a “Juan Diving”, nuestro guía por los secretos de las profundidades de Koh Tao y su paraíso acuático a lo largo de cuatro buceos inolvidables, y como “el brujo”, un español que un día se fue a Tailandia cansado de que le roben el rodillo con el que pintaba casas y lo invirtió todo en una escuela de buceo que construyó a fuerza de trabajo y un ingleé de pico y pala. Y otros tantos.
Dejamos el océano pacifico para cruzar, al otro lado, al mar de Andamán, a Kaoh Lak, en adelante KL.
Todo lo escrito antes de este renglón, lo fue durante el IN-TER-MI NA-BLE viaje en colectivo desde Chumpon hasta Kaoh Lak, aunque es justo decir que la parte del barco nocturno estuvo buenísima.
KL es un pueblito muy tranquilo, muy de turismo familiar, lleno de suecos, finlandeses y alemanes, que vienen con toda la familia. Esta rodeado de montañas cubiertas por la selva que terminan en el mar. La playa es muy linda, y los atardeceres sobre el mar son algo increíble. Lo que mas nos interesaba de este paraje es que desde aquí parten las excursiones “vida a bordo” hacia las islas Similian.
Antes de venir habíamos intercambiado mails con dos compañías distintas, pero una de ellas nos gustó más, no solo porque nos atendieron barbaro, sino porque ahí trabaja Fran, un español que esta viajando hace tres años por estos lados y que nos habían recomendado en Koh Tao.
Como describir un vida a bordo? Como describir diez buceos en tres días?...Pinceladas: es como volar, girar 360 grados nadando dentro de un banco de peces, jugar a starwars y lucha con lightsavers en un buceo nocturno con Joe el australiano, bajar 30 metros antes de desayunar, colores, increíbles y seres acuáticos que, antes de esto, solo existían en los libros, Romi respirando 60 bares cuando todos los demás gastábamos 100. Cansados pero contentos, advanced course, PADI y sus robos, Linus y sus dibujos, Fran y su buena onda, parando diez minutos frente a un bichito diminuto pero impresionante que solo él podía encontrar en medio de la nada de todo ese paraíso deslumbrante. Bucear, dormir y comer con mucho hambre cuatro veces al día. Tantos colores, tanto mar, tanto Tailandia.

jueves, 16 de febrero de 2012

Historia 3: Una Alemana en Guatemala

Pude descansar del francés que quiero practicar en todos lados donde voy, del inglés que ya revienta, del italiano forzado de los últimos días, y hablar español ya que, como me dijo con una cara de "mirá que entiendo todo" mientras yo hacia chistes con las dos marplatenses del asiento de adelante, viví tres años en Guatemala. Lo que no descansamos fue del sueño que cada uno traía ya que en las intemrinables 15 horas que compartimos yendo de Tulum a San Cristobal de las casas, ni Sarah ni yo dormimos mas de 4 horas, había muchos temas en común, muchas curvas en el camino, muchos baches en la ruta y nuestras altas alturas propias nos impedían tomar alguna posición cómoda en los asientos del bus.

Traía un sombrero negro, el sol me hace muy mal para cantar, traía un bajo eléctrico que en cualquier momento parecía dispuesto a caerse sobre alguno de nosotros entre las curvas de la selva lacandona, traía unas ganas de hacer música que nos otorgó horas de charla, de opiniones encontradas y coincidentes y que a ella le trajo la decisión de irse a estudiar música a una universidad de guatemala a los 19 años, sabía español por el colegio pero en verdad lo aprendió allá, entre sus pronunciaciones germanas metía de vez en cuando algo de lunfardo Guatemalteco como si todo el mundo hispanohablante utilizara eso normalmente, lo más serio fue en la frontera, me contó, cuando no se que le dije al oficial de migraciones sobre meterme en problemas.

Traía una mochila increíblemente pesada, regalos para mis amigos de Guatemala, en especial una botella de un wisky alemán para mi amigo barman, traía un cuatrimestre en su escuela de edicion de sonido de una pequeñisima ciudad de la ex alemana del este, con esa ciudad unos amigos demasiado alemanes, una vida demasiado pueblerina y unas ganas inconfesables de volver un poco al quilombo latinoamericano. No puedo hablar con la mayoría de los que antes era mis amigos, no tengo ningún tema de interes en común, me aburren me dan bronca, la cantidad de cosas que están pasando en Alemania, ver como día a día lo poco que quedaba en pie se privatiza, como el costo de vida aumenta y la población solo baja la cabeza y sigue trabajando sin quejarse, me da mucha bronca, no puedo soportarlo.

Traía un pañuelo de colores bien yucatecos, y una historia familiar de separaciones, de hermanos distanciados, de padres separados y decisiones difíciles pero en donde siempre había lugar para una segunda oportunidad si se tiene la paz interior suficiente, paz que supongo vino a recargar en estas vacaciones en Guatemala, con trabajo ya arreglado, voy a vender pan en una panadería, necesitan alguien con cara de extranjera, y sus ojos azules en medio de ese pelo rubio no podía venir mejor, amigos que reencontrar y su vida tironeada entre estudios oficiales alemanes, pasión no oficial y todo el atlántico en el medio.

En estos años en Guatemala se dió cuenta de como es el Alemán típico, de cuales son las cosas que conforman la forma de ser alemana: Trabajar siempre lo más posible, obedecer reglas, hay reglas hasta para decirte cuan alta tiene que ser la verja de enfrente de tu casa, respetar a la autoridad, pero contame vos, me preguntó, cuales son las cosas que hacen al ser argentino, me costó horrores y casi media hora terminar la respuesta. Comida, le dije, cualquier ocasión que provoque un encuentro tiene comida, facturas, bizcochitos, asado, la pasta del domingo, unas pizzas, siempre está la comida en el encuentro. Espontaneidad en el encuentro, no existe planificar la semana o el finde, siempre te puede caer un amigo y quedarse a cenar, siempre te pueden llamar al ultimo momento para una cerveza, ninguna actividad con otro tiene una hora límite cierta. La familia, el encuentro en la cena, la pasta de los domingos, los cumpleaños multitudinarios, las navidades y años nuevos con comida para una semana, las mesas grandes.

Que lindo, dijo ella; que lindo la verdad, pensé después... y la charla siguió entre Ellas Fitzgeralds y Tom Waits, y ella y sus viajes y sus paises, y yo y los míos.

domingo, 12 de febrero de 2012

Intercambio de Camisetas




Aunque la insistencia de metáforas futboleras moleste a alguna alma sensible llegó el día de cambiar camisetas. Fué una decisión que se armó en la cabeza, y de pronto, gracias a palabras amigas, a gestos, algún ukelele y un abrazo sentido mi alma de sufriente local solo mutó en un río que encontraba su cauce. Primero fue poner fecha, no demasiado precisa, uno o dos días. Luego fue poner destino, San Cristobal, o Mérida primero, o mejor Tulum.

Como un un dique de ramas y rocas roto por una crecida a través del cual el agua logra pasar, las imágenes, las personas, incluso los sonidos de toda la isla cambiaron, y ya nada era ni podía llegar a ser rutina, todo era excepcional, todo empezaba a ser extrañado antes de dejarlo. Los cocoteros recortados contra el azul profundo del cielo, el turquesa del agua, incluso la hermosa y siempre cambiante tribu de locos que se forma en la playa derecho del hostel, con sus cordobeses bajando cocos, sus porteños rompiéndolos contra trozos de concreto. 

Y las despedidas, agregadas al FB, los últimos almuerzos, burritos, ceviches, las últimas cenas, las últimas cervezas. Todo está por ser extrañado en cualquier momento, todo toma otro color, otro valor, me pongo del lado del que se va y veo caras, sorpresas, broncas, esperanzas en los que se quedan. Doy un paso atrás de lo cerca, tomo distancia, ya no se habla de a donde cenamos hoy, sino de como siguen nuestros viajes, que país queda, a donde nos volvemos a encontrar.

Abrazos, nostalgias detenidas y saz con durbeke enfrente a la iglesia, en la plaza del pueblo, de vez en cuando mi mente se aparta de mis ojos y ve todo desde afuera, como hijo del cine que soy todo me parece una película, todas son escenas logradas, todos los faroles de las calles y las plazas logran esos efectos que me vuelven a meter en la historia, mi historia, la mía y la de los otros, Tintin, axel, Crazy Mark Paul, Lore, Yunus y su hermano, su familia, Silvia, Fede, la mama, Payo, y con sus lugares la isla me trae a los ayer visitantes y hoy compañeros en esto de dejar la isla, cuyos nombres quedaron en un banco, en una pared, en una ola rompiendo contra un malecón.

Volver al Ferry, volver al falso faro de Puerto Juarez, volver a dejar la isla, volver al bus de ADO, volver a encontrar gente en el viaje, historias de quienes no estamos en nungún lugar, y canadá que vuelve en inglés. Llegar a Tulum, que me confundan con alemán y sentirme en europa, o mejor dicho, sentirme más turista que antes, mas foráneo más extranjero. Un latinoamericano en Europa en el medio de la ribera maya. Un paraíso de arquitectura ecológica en el medio de la playa caribeña que por más acostumbrado que me tenga nunca me dejará de sorprender y sacarme una sonrisa.

Sentarme en una roca con los músculos de la cara tensos después de horas de sonreir sin parar y pensar en lo hermoso de ciertas cosas que dejan al hambre, a la miseria, a la guerra misma como un producto atroz y egoísta de quienes se niegan a conocer la belleza, la paz, de quienes no permiten a este mundo ser lo que queremos que sea. Me vuelve a pasar lo que me pasó aquella vez que decidí que no podía vivir más sin hacer algo para cambiar lo que me molestaba, lo que me impedía disfrutar del todo, que algún barbudo con asma en alguna isla de este caribe, alguna vez llegó a expresar con la fuerza que lo caracteriza como "que sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo"

Del Paraiso a la Lucha, sin escalas, sin que el mundo que queremos construir se me vaya de  los ojos, de las manos, en el viaje.

Próxima parada, San Cristobal de las Casas.

sábado, 11 de febrero de 2012

Koh Tao

Seis de la tarde, terminal de trenes de la ciudad de Bangkok. Abarrotada de gente que vienen y van. De pronto se escucha una sirena y suena un silbato policial. Por los parlantes se oyen los primeros acordes del himno nacional de Tailandia. El mundo se congela. Todos de pie y mostrando respeto a la figura del rey que apareció en las pantallas gigantes de la estación. 6:03 pm, todo el mundo yendo y viniendo como si nada hubiera pasado.


En lo que va del viaje hemos utilizado todos los medios de transporte concebidos por el hombre. Al menos de los que se siguen usando en el siglo XXI. Hemos viajado en avión, en bus, en hellbus, en minivan, en taxi, en moto, en tuk tuk y hasta en bicicleta. Nos faltaba el tren, maravilloso el tren!


Tomamos el nocturno que salió de Bangkok a las siete de la tarde. A eso de las nueve dela noche el guarda pasa vagon por vagon armando las literas para los pasajeros. Las literas no solo son tamaño cama normas, sino que tienen sabanas nuevas, almohada y hasta una manta.


Una tos muy molesta, provocada por algún aire acondicionado en algún país me venia molestando desde hacia varios días y no me dejaba dormir. Para cuando pasamos la noche en tren, la medicina tai en forma de jarabe y la medicina occidental en forma de corticoides empezaron a hacer su efecto y pude dormir casi de corrido.


Al llegar a Chumphon nos tomamos un bus que nos llevó al puerto de catamaranes y de ahí hasta Koh Tao, donde nos esperaba “el brujo” un madrileño que se vino hace cinco años a instalar a este lugar y fundó una prestadora de buceo con alojamiento y escuela con todo tipo de cursos. Es el único que ofrece el servicio en español en la isla, y por eso hemos caído con él y sus instructores.



Todo el Koh Tao es hermoso, es como una burbuja, suspendida en el universo. Donde el tiempo se mide por el residual de nitrógeno y la vida es lo que pasa entre que lavas tu equipo en agua dulce, y te lo vuelves a poner al día siguiente. Bucear en estas aguas es como hacerlo en un acuario gigante. Peces de todas las formas y colores, todo tipo de flora marina y el agua a 28 grados.



Llevamos aquí dos noches, y nos da muchísima fiaca ponernos a averiguar que haremos después. Como si un magnetismo tirara de nosotros, como si estuviéramos embrujados por las sirenas. Cuando hablamos con otros viajeros nos dicen que las demás islas están repletas de gente o son más caras y mucha menos ganas de irnos nos dan. Pero bueno, hay que seguir viaje hacia el sur o hacia el oeste.


Tenemos una cita en Singapur el 23 de febrero a la que no podemos faltar.



jueves, 9 de febrero de 2012

Locales y Visitantes



5 cuadras por 7 como mucho, una avenida costera en donde se alinean muelle tras muelle, la conexión con tierra firme, nunca entendí eso si al fin una isla se mueve igual que un continente cuando se mueven. tras los muelles la marina de guerra, después el pueblo de los locales, después hoteles más exclusivos y casas de alto nivel. La punta con sus ruinas de juguete y sus iguanas perdidas en el tiempo, y volver por la costa de rocas en donde el mas caribe apenas demuestra la fuerza con la que destruyo la isla hace solo 6 años, en esta costa las pequeñas villas de pescadores, con casas que se apiñan al resguardo de la brisa y la sal, que lo destruye todo, todo menos la belleza original de esas viviendas hijas de la necesidad y hermanas de el mar que les da de comer en todos los sentidos.

Esa es la isla, isla en donde terminé mi primer parte del viajé por México antes de cruzar a Cuba. Isla en donde conocí la emoción más fuerte del viaje. Isla en donde decidí intentar quedarme y trabajar por un tiempo, isla en donde pasé los mejores y los peores momentos de este viaje hasta ahora.

Vidas e historias.

Algunos llegaron hace unos días, otros hace unos meses, otros hace unos años, hasta ahora no conocí a nadie que haya nacido aquí. Todos tienen, todos tenemos, historias de vida, algunas se cuentan en una noche, en un día de playa, con cerveza, en la rambla a la noche, tocando la guitarra, comiendo tacos, tocando el saz. Algunas se cuentan más despacio, o no se cuentan sino que se dejan entrever. Otras... las más importantes... nos incluyen. Entro en historias, entran en la mía.

Entran, forman parte.

Lentamente entran. Porque sí. No tiene que ver con horas de charla, con gustos en común. Son momentos de conexión, son sentirse acompañado, son efímeras ausencia de soledad. Lapsos en los que me olvido que estoy solo, que estoy lejos de eso que llamamos casa, que como explicaba en otro momento no tiene que ver con un lugar geográfico sino con una cotidianidad de personas que te conocen. Cotidianidad que vuelve a generarse en miradas en códigos en común, en un guiño cómplice que nos dice que contamos con ellos.

Angustia, la partida

Uno se queda, ellos se van, parten, siguen. Igual que como hice yo mismo tantas veces, solo que esta vez soy el que me quedo, el que vive otra vez su día en el mismo lugar, despertando a la misma hora, caminando por el mismo malecón, tomando la misma cerveza en el mismo bar. Pero esta vez todas esas cosas cargan con alguien más que siguió, que partió, esa cerveza y ese malecón me recuerda que una vez mas los que estuvieron y no están. Cargan con los visitantes que siguieron visitando mientras mi yo local se quedo sin ellos.

Quizás vuelva a ser visitante, tal vez sea mejor.



miércoles, 8 de febrero de 2012

Bangkok


Tailandia es como la nena nueva del grado. Esa nena que, ni bien la ves, te cae mal, muy mal. No sabes porque, pero todo lo que hace te molesta. Sus movimientos, sus gestos, lo que dice, todo te provoca repulsión, te pone de mal humor, te dan ganas de insultarla. Ahora mientras pasan las horas, te das cuenta de que ese odio no es odio hacia ella. En realidad el odio es con vos. Estás enojado con vos mismo porque no podes sacártela de la cabeza. Porque en realidad lo que te pasa es que te atrae, que la querés, que la quisiste ni bien la viste entrar.
Eso pasa con Tailandia. El fétido olor a pescado de la frontera thai-camboyana (por culpa de los mil puestos de comida que la rodean), el calor insoportable de un invierno que se parece al peor día de verano porteño. La estupidez de tener que pasar la frontera caminando con la mochila y chirimbolos a cuestas porque los buses camboyanos no pueden circular por Tailandia. Dos horas de cola en la frontera al rayo del sol para que no revisen absolutamente nada del equipaje. Tres horas más de viaje en una Combi con las mochilas apiladas viniéndose encima de uno. Llegar a Bangkok y que los mapas que te dan no tengan todas las calles y que los nombres de las mismas estén en thai. Que el taxista te diga un precio y después te cobre otro, que te quiera dejar en cualquier parte en lugar de hacerlo donde le pediste y que no entienda el concepto de three blocks ahead –en todas sus imaginables variaciones lingüísticas en inglés, en castellano y en pictionari-.

Pero después Bangkok, preciosa Bangkok, con su tráfico más ordenado que en ninguna otra ciudad de indochina -con la excepción de Singapur-, sus autopistas que recuerdan a Buenos Aires, sus canales, su rio, sus mercados, sus templos de llamativos colores, su rey cuya imagen esta por todas partes. Su gente amable que te regala 100 bahts sin conocerte y cuando más lo necesitas, y sus prolíficos e ingeniosos estafadores callejeros –intentaron timarnos tres veces en 24 horas.
En Bangkok es más fácil seguir las cúpulas de los monumentos que seguir las calles para no perderse. Se puede ir en lancha por el rio desde el centro hasta la estación de tren. Tiene subtes, skytrain, colectivos, taxis de todos colores y tuk-tuks.

Nos vamos BK, en tu tren. Mas atraídos que repelidos, mas queriéndote que odiándote, mas con ganas de tirarte del pelo y salir corriendo que de pasarte de costado sin darte ni bola.

lunes, 6 de febrero de 2012

Siem Riep



Cosas que llaman la atención cuando uno viaja a Camboya: la etnia, acá ya no predominan los rasgos chinos como en Vietnam o Singapur, sino que la etnia más generalizada es la hindú, (aunque Romi dice que no porque los hindúes tienen “cara mas cuadrada”, que la que predomina es la Jemer, pero esta última se parece mucho a la hindú –discusión dialectico marital-. Como sea, lo importante es que son más morochos que en los países limítrofes, en algún punto recuerdan a los pueblos originarios de américa latina). Otra cosa que llama la atención son los niños mendigando, algo que no habíamos visto hasta ahora. En Vietnam se ve pobreza, pero no indigencia, ni emergencia habitacional, en Camboya en cambio, vimos muchísimas viviendas precarias, a lo que hay que sumarle los cientos de personas que sufren de alguna amputación como consecuencia de las minas antipersonales que están por todo el país (Esta es la nación más minada del mundo, con minas activas, con enormes campos minados que aún no han sido señalizados).
Con todo esto, el camboyano es un pueblo con mucha garra, y que parece poner todas sus energías en contribuir para que el país vaya avanzando. La mayoría habla inglés mucho mejor que en Vietnam, la hotelería es excelente. Todas las personas con las que tuvimos contacto fueron absolutamente agradables, amables y con buena onda.
Llegamos a Siem Riep muy tarde a la noche, habíamos enviado un mail por la mañana antes de salir de Saigon para que nos fueran a buscar a la terminal, pero no sabíamos si lo habían leído o no. Cuando nos bajamos del micro, a las once de la noche y con catorce horas de viaje encima, ahí estaba Seiha, con un cartel con nuestros nombres y una enorme sonrisa esperándonos. Esa misma sonrisa se mantuvo todo el tiempo, en cada uno de los empleados del hostel.
Aunque particularmente la arqueología religiosa no nos llama demasiado, los templos de Angkor también son algo muy impresionante, no solo representan la atracción turística más importante del país, sino que son un verdadero símbolo para Camboya., la imagen de los templos esta en todos lados: en los billetes, las remeras, los nombres de los hoteles, los souveniers y hasta en la bandera nacional. Los templos están muy cerca del pueblo de Siem Riep, ideal para recorrerlos en bicicieta. Paradójicamente, Camboya había perdido el control sobre Angkor en manos de Tailandia a principios del siglo XIX. En 1907 gracias a la ambición colonialista de Francia, Tailandia tuvo que devolverlos, esto les vino muy bien a los camboyanos.
En Camboya la policía tampoco utiliza armas, lo cual no deja de llamarnos la atención y suponemos tiene que ver con la triste historia de violencia que el país y su gente han sufrido. Es un país donde también predomina la gente joven. Hay muy pocas industrias. El 85% de la población vive y trabaja en el campo con el cultivo de arroz. El país produce cerca de 10 mil toneladas de arroz por año, de las cuales el 20% se exporta. La otra gran fuente de ingresos es el turismo, que cada día crece un poco. Los camboyanos parecen estar muy conscientes de ello, ya que te cuidan tanto que a uno le dan ganas de volver, incluso antes de haberse ido.

sábado, 4 de febrero de 2012

Camboya

03 de febrero
El Pop ha hecho estragos en el sudeste asiático. Es decir, uno sabe, o siente o presiente. Se puede hacer pop en ingles, en francés, en alemán, en español y hasta incluso en japonés. Pero el pop vietnamita o camboyano es una especie de insulto a la naturaleza de las cosas, algo asi como un holandés persiguiendo guanacos con una boleadora o cantando una zamba. Abrumadoramente fuera de lugar. Para colmo no se que tiene esta gente con el karaoke, aman, literalmente aman el karaoke. El nombre de la actividad me hace sospechar que la inventó algún oriental, habría que buscarlo y…, en fin. Todo el viaje de Saigón a Siem Riep escuchando pop camboyano sonando en la tv del colectivo. Eso si, con la letra abajo para que uno pueda seguir los temas, no sea cosa que… y después… en fin, mamaríamos todos.
Cruzamos el rio Mekong, si ese de las películas en una balsa enorme con micro, camiones de carga, carretas y todo, en la frontera camboyana uno de los agentes con una enorme sonrisa nos dijo “Argentina welcome to Cambodia”, un divino.
Camboya es un país muy pobre, que recién ahora está creciendo dificultosamente. En el 53 obtuvieron la independencia de Francia, gracias a la lucha de los vietnamitas. Hasta el año 1975 gozaron de un periodo de paz y prosperidad, oscurecido cada tanto por la guerra que se estaba sucediendo en su país vecino. Tanto los norteamericanos como el gobierno dictatorial de Vietnam del Sur, invadieron territorio camboyano en busca del Viet Cong, arrasando, por supuesto, con todo a su paso.
En el 75´ un loco de mierda llamado Pol Pot, jefe de los Jemeres Rojos instauró una sangrienta dictadura. Al tipo -y a sus muchachos- se le ocurrió la brillante idea de transformar a todo el país en una gran cooperativa campesina. Para eso sacó compulsivamente a la gente de las ciudades, exterminó a los intelectuales, a los comerciantes, a cualquiera que usara anteojos o hablara otro idioma, masacró a todos los monjes budistas, destruyó templos y las pocas industrias que había en el país, prohibió el comercio, la religión, la lectura, la educación pública o privada, cerró los hospitales, en fin, un pan de Dios. En menos de tres años y algunos meses se cargó a más de un millón setecientos mil camboyanos, otros dos millones morirían de hambre entre el 78 y el 80 porque a encima de todo esto, las cosechas se perdieron.
Imagínense que la opinión pública mundial estaba con los pelos de punta por todo el asunto, así que se juntaron los grandes dueños del mundo -defensores de la libertad por excelencia-, y en forma unánime acordaron que era necesario ponerse de inmediato a no hacer absolutamente nada con respecto al tema, en la firme convicción de que todo el asunto les “chupaba un huevo” porque en Camboya “no hay un carajo que podamos robar”.
Tuvo que venir al rescate Vietnam, si ese mismo país pobre que recién se estaba recuperando de la guerra y que no estaba precisamente como para tirar manteca al techo, que invadió el Camboya en 1978, tomó la capital y le pegó una patada en el culo a Pol Pot y a los Jemeres Rojos que siguieron hostilizando al pais en forma de guerrilla hasta 1998. Es importante mencionar que luego de hacer el trabajo complicado, Vietnam le dejó la administración del país a la gloriosa ONU, que lo administró por dos años. Este maravilloso organismo multilateral permitió que los Jemeres Rojos ocuparan el asiento en la Asamblea General hasta 1991, e impulsó definitivamente dos industrias que ya en ese momento se avizoraban como la perla del siglo XXI: la prostitución y la trata de blancas, con el consecuente aumento del SIDA para toda la región, y el pop camboyano.

Tam Biet VietNam!!




2 de febrero, aunque lo postee cuando la pagina dice ahí arriba.

Sería algo así como “chau Vietnam”. Nos despedimos de este increíble país desde Saigón, una ciudad que le da una especie de broche de oro y que no se puede evitar si uno quiere tratar de entender un poco, o irse con algún concepto que cierre de este país.

Como empezar a describir Saigón? Por el final, Saigón Red Beer, very good, only 13.000 vnd (algo así como 0,50 u$s). También se come muy bien y barato, hay ferias y mercados por todos lados, donde uno puede regatear por deporte hasta quedarse sin un mango.

No solo llegamos cerca del año nuevo, también estamos en plena celebración de los 82 años del Partido Comunista, que tiene solo 2 millones de afiliados en un Vietnam de 90 millones de habitantes. Es difícil pensar que este es un estado comunista, cuando se ven enormes carteles de publicidad, miles de locales por todas partes, las grandes marcas, las pequeñas, las falsificaciones, todo junto. Torres financieras de 60 pisos y una sucursal de casi cualquier banco internacional. Sin embargo las banderas del partido comunista flamean en las calles, en los taxis y en los edificios públicos y privados. Parece casi una ironía constante y cotidiana. Las camionetas cuatro por cuatro último modelo conviven con los pobres que viven de la venta de baratijas o que duermen en la calle.

En el campo el panorama es distinto pero a la vez idéntico. El contraste se repite. Cada centímetro de la tierra está cultivada y trabajada artesanalmente, no hay maquinas. Se ve a los campesinos, como hace doscientos años, cultivando el arroz arrodillados en el piso, con las manos metidas en el agua, vestidos de negro y con los sombreros cónicos de paja. Pero eso convive con muchas fábricas que se ven cada tanto y molinos de energía eólica de última generación.

Aún hoy, después de casi cuarenta años del final de la guerra de reunificación -no hay que olvidarse que la “guerra de Vietnam” consistió básicamente en que fuerzas norteamericanas se inmiscuyeron en una guerra civil entre Vietnam del norte y el del sur, dos partes de un mismo país que había sido separado por los franceses-, todavía siguen existiendo grandes diferencias y rencores entre los vietnamitas norteños y los sureños. El guía de la excursión de hoy decía que ese tipo de sentimientos perdura en la generación que tiene entre 50 y 70 años, es decir, aquellos que pelearon o padecieron la guerra. Los nacidos después de 1975 -nada menos que el 65% de la población-, no piensa en el pasado ni en USA como un enemigo, sino que solo le interesa, mirar para adelante, “la fiesta y las chicas” dijo. De hecho la Republica Socialista de Vietnam normalizó sus relaciones con USA en 1995.

No sé, personalmente me resisto a caer en el facilismo del “party and girls”. Me resisto a creer que todo el mundo puede entrar en este envase occidental de moral de plástico-financiero, en este imperialismo que lo que busca es imponer la “american way of life” como ya lo advertía Cortázar -por nombrar al primero que se me ocurre- en los 60´.

Hoy visitamos los túneles de Cu Chi y el War Remnants Museum. Es abrumadora toda la evidencia que demuestra que los vietnamitas, -un puñado de campesinos sin fuerza aérea, sin tanques, sin misiles, sin armas nucleares, sin entrenamientos, absolutamente pobres y peor alimentados- ganaron una guerra imposible, luchando contra un enemigo inmenso a fuerza de ideas, ingenio, mucha garra y un amor propio extraordinario.

Veo a los occidentales invadiendo las calles, comiendo y bebiendo en los restoranes, comprando en los negocios, haciendo rebalsar a los hoteles y los hostels, gastando incalculables cantidades de dinero y poniendo en movimiento una enorme industria como es el turismo y entonces me gusta pensar que no es solamente “party and girls”, sino que de alguna manera es algo de justicia.

No van a devolver los tres millones de vidas que tomaron, no van a pagar los millones de dólares que costó reparar los daños materiales causados por las bombas que tiraron, Tampoco van a hacerse cargo de cada niño nacido con deformaciones por culpa de las armas químicas que usaron, pero me gusta pensar que el hecho de que vengan a este país de a montones, se coman sin chistar la mojada de oreja que implica la visita al museo de la guerra y gasten millones de dólares todos los días comprando boludeces, es una especie
de venganza 2.0.

Apuntes finales.
- La barrera idiomática es un tema. En promedio, el vietnamita que trabaja en turismo habla muy mal el inglés y cualquier otro idioma, y cuando la barrera idiomática no se pude superar, sonríen o se enojan, aunque lo más común es lo primero. El vietnamita es muy amable y siempre que ofrece algo o se le pide ayuda, lo hace con una enorme y sincera sonrisa.
- A la gente común -y esto fue lo único que nos recordó a Cuba- no le interesa demasiado la política -aunque tampoco puede interesarle demasiado, las últimas personas que se reunieron el año pasado con fines políticos están hoy entre rejas- y está contenta porque, si bien hay un poco de corrupción, todos tienen trabajo y la gran mayoría de la gente es propietaria de la vivienda en la que habita. Los organismos internacionales dan cuenta de este dato, el nivel de desocupados en Vietnam difícilmente llega al 3%, pero hay mucho trabajo informal.
- Los autos son enormes y último modelo. Hay más motos que peatones. En Saigón viven diez millones de personas y hay 8 millones de motos. Sin embargo, aunque no les guste caminar, casi no hay vietnamitas que sufran de obesidad.
- En Vietnam las armas son ilegales, no existen permisos de tenencia, ni de portación. Nadie tiene armas. De hecho, ni siquiera la policía regular usa armas, uno los ve trabajando en las rutas y patrullando las calles con sus uniformes muy llamativos pero en sus cinturones no tienen armas de ningún tipo. Tampoco usan botas como la mayoría de los uniformados del mundo, solo zapatos o por lo general sandalias. Esto es muy impresionante en un país que estuvo en guerra durante más de cien años y que las ganó mediante el uso de fuerzas irregulares o guerrillas.
- A diferencia de todos sus vecinos y de la gran mayoría de los países de Asia, Vietnam no tiene un alfabeto propio, ya que hasta el siglo XVI el idioma no tenía forma escrita. La escritura que se usa hoy en día, que utiliza las letras y los números occidentales, se llama quoc ngu y fue inventada por Alejandro de Rodas para poder comerciar.
- Nos encontramos con un total de 16 hispanoparlantes en Vietnam, 12 de ellos eran Argentinos.

jueves, 2 de febrero de 2012

Mui Ne


Con gallardía enfrentamos la segunda noche en el sleeping bus rumbo a Nha Trang. Esta vez no fue tan traumática porque ya sabíamos que esperar, y en este nuevo coche el baño estaba clausurado, así que por lo menos no estaba ese insoportable olor que nos acompañó desde Hanói.
El hellbus llegó a Nha Trang a eso de las siete de la mañana. Otra vez teníamos que ir caminando hasta la agencia de viajes que nos tocaba para reconfirmar el último tramo hasta Saigón para esa noche. Cuando finalmente llegamos a la agencia, nos enteramos que algún vietnamita atolondrado nos había reservado mal los tramos y que nuestro micro salía de Nha Trang no a las 20 hs como pensábamos, sino a las 8:30 de esa misma mañana, y que si no lo tomábamos perdíamos lo que habíamos pagado.
De todas maneras Nha Trang no nos entusiasmó demasiado, era una ciudad grande en la que para colmo llovía, y ya estábamos tan metidos en el baile, que decidimos seguir bailando, tomar aire y hacer el último tramo. Con suerte llegaríamos de noche a Saigón y podríamos buscar el hostel en el que teníamos reservación para el primero de febrero.
Mal dormidos, mal comidos y sin una ducha decente, subimos al mismo hellbus del que nos habíamos bajado minutos antes.
A eso de las 13 hs hicimos una parada en un pueblito muy lindo. El chofer dijo en su ingles ¼ (porque no llegaba al medio ingles), que esta era la última parada antes Saigón y que teníamos 20 minutos para comer e ir al baño. Bajamos con Romi y decidimos ir a echarle una mirada a la playa que habíamos alcanzado a ver desde las ventanillas del bus, al llegar a la costa, supimos inmediatamente que hacer. Volvimos al micro, yo me metí en la gaveta del equipaje y del fondo rescaté las mochilas, mientras Romi subía y sacaba todas nuestras pertenencias del bus. Nos calzamos las mochilas y nos alejamos del Hellbus para siempre.
Mui Ne resultó ser un pueblito precioso. La playa es muy grande, repleta de paradores donde se pueden tomar clases de windsurf y kitesurf, había muchísimas velas navegando. El pueblo consiste básicamente en una calle principal que sigue el derrotero de la costa. A los lados de la calles hay muchos negocios, ferias, paradores, bungalós, hostels, lugares para comer, todo bien cuidado y limpio, con esa onda pseudo hippie que tienen todos los pueblitos playeros del mundo. Por 17 dólares alquilamos un departamentito con ventilador, minibar, wifi y lo más importante, un baño! Nos reconciliamos un poco con Vietnam en Mui Ne.
Al día siguiente tomamos en bus, pero esta vez uno normal, que nos está llevando en este momento a Saigón. Nos hubiéramos quedado un poco más en Mui Ne, pero ya teníamos la reserva del hostel para el primero de febrero y no queríamos perderla. Me olvidaba de lo más importante de Mui Ne: hoy, primero de febrero, hemos visto el sol por primera vez desde que llegamos a Indochina. Como dijo Fidel “la alegría es inmensa”.