lunes, 14 de julio de 2014

lucha de vientos o las tardes sin fin

"Pero qué temperatura hace en Madryn en verano?" 

Preguntó mi novia mientras charlábamos en la cama cierta noche.

"Depende. De día puede hacer 28, 30 grados. Y de noche menos, de noche puede ser que tengas que ponerte campera porque cuando se levanta la briza baja mucho la temperatura. Sabés cuantas noches refresca cada verano en Madryn?"

"Cuantas?"

"Todas." Dije yo, incorporándome sobre mi codo. "Todas menos tres o cuatro cada verano. Son solo esas tres o cuatro noches en donde la briza no viene nunca, en donde quizás la vemos entrar, porque la briza es un viento que se ve venir desde el horizonte, desde mar adentro, y se anuncia con un color azul bien bien oscuro, con espumita que se forma en las crestas de las olas, que nosotros llamamos corderitos"

La briza marca el final de la jornada de playa. A veces este final viene muy cerca del comienzo, otras dura un poco mas, pero siempre significa empezar a cagarse un poco de frio. Buscamos reparo, sacamos el buzo de la canasta, nos vamos a la arena seca o arriba del médano tratando de estirar la jornada de playa un poquito más.

Pero finalmente termina ganando la briza. Los mas chiquitos empiezan a llorar, empezamos a tiritar un poco y decidimos levantar campamento y volver a la casa y hacer la cola para que cada uno se bañe, se saque la sal y la arena y se vista civilizadamente con medias y todo. A veces en necesario complementar con buzos y camperas, porque en Madryn en el mismo día podemos pasar de temperaturas de verano a temperaturas de invierno.

Pero hay de esos días raros en donde la briza no entra. Quizás son las tres o las cuatro de la tarde y vemos la repetida imagen del viento del mar aparecerse por el horizonte, ahí donde el azul oscuro delata el agua más picada, lentamente llenándose de corderitos, que es como llamamos a la espuma de las olas que rompen mar adentro. Y de pronto para.

Quizás una lucha se esté dando entre el viento del mar y el de la tierra. O con el norte que trae calor, olor y mar revuelto con muchas algas, o con el sur que trae el frío de la Antártida.  No lo sabemos, pero lo cierto es que el tiempo queda detenido en esa calma de la briza que no entró. 

Aguantamos hasta última hora de sol en la playa. Mientras los colores se van poniendo mas oscuros, mas graves, mientras las sombras se van haciendo mas largas, mientras nuestras lonas y reposeras se van corriendo buscando ese último rayo de naranja. O directamente nos metemos con el agua hasta la rodilla mirando todo con los ojos bien abiertos, dejando que esa magia nos llene de colores, que ese día nos vaya dejando de a poco.

Son dos o tres por verano. 



martes, 5 de febrero de 2013

Le robo uno a Cortazar

Ándele - Julio Cortázar


1)
Como una carretilla de pedruscos
cayéndole en la espalda, vomitándole
su peso insoportable,
así le cae el tiempo a cada despertar.
Se quedó atrás, seguro, ya no puede
equiparar las cosas y los días,
cuando consigue contestar las cartas
y alarga el brazo hacia ese libro o ese disco,
suena el teléfono: a las nueve esta noche,
llegaron compañeros con noticias,
tenés que estar sin falta, viejo,
o es Claudine que reclama su salida o su almohada,
o Roberto con depre, hay que ayudarlo,
o simplemente las camisas sucias
amontonándose en la bañadera
como los diarios, las revistas, y ese
ensayo de Foucault, y la novela
de Erica Jong y esos poemas
de Sigifredo sin hablar de mil
trescientos grosso modo libros discos y películas,
más el deseo subrepticio de releer Tristram Shandy,
Zama, La vida breve, El Quijote, Sandokán,
y escuchar otra vez todo Mahler o Delius
todo Chopin todo Alban Berg,
y en la cinemateca Metrópolis, King Kong,
La barquera María, La edad de oro -Carajo,
la carretilla de la vida
con carga para cinco décadas, con sed
de viñedos enteros, con amores
que inevitablemente superponen
tres, cinco, siete mundos
que debieran latir consecutivos
y en cambio se combaten simultáneos
en lo que llaman poligamia y que tan sólo
es el miedo a perder tantas ventanas
sobre tantos paisajes, la esperanza
de un horizonte entero-

2)
Hablo de mí, cualquiera se da cuenta,
pero ya llevo tiempo (siempre tiempo)
sabiendo que en el mí estás vos también,
y entonces:

No nos alcanza el tiempo,
o nosotros a él,
nos quedamos atrás por correr demasiado,
ya no nos basta el día
para vivir apenas media hora.

3)
El futuro se escinde, Maquiavelo:
el más lejano tiene un nombre, muerte,
y el otro, el inmediato, carretilla.
¿Cómo puede vivirse en un presente
apedreado de lejos? No te queda
más que fingir capacidad de aguante:
agenda hora por hora, la memoria
almacenando en marzo los pagarés de junio,
la conferencia prometida,
el viaje a Costa Rica, la planilla de impuestos,
Laura que llega el doce,
un hotel para Ernesto,
no olvidarse de ver al oftalmólogo,
se acabó el detergente,
habrá que reunirse
con los que llegan fugitivos
de Uruguay y Argentina,
darle una mano a esa chiquita
que no conoce a nadie en Amsterdam,
buscarle algún laburo a Pedro Sáenz,
escucharle su historia a Paula Flores
que necesita repetir y repetir
cómo acabaron con su hijo en Santa Fe.

Así se te va el hoy
en nombre de mañana o de pasado,
así perdés el centro
en una despiadada excentración
a veces útil, claro,
útil para algún otro, y está bien.

Pero vos, de este lado de tu tiempo,
¿cómo vivís, poeta?,
¿cuánta nafta te queda para el viaje
que querías tan lleno de gaviotas?

4)
No se me queje, amigo,
las cosas son así y no hay vuelta.
Métale a este poema tan prosaico
que unos comprenderán y otros tu abuela,
dése al menos el gusto
de la sinceridad y al mismo tiempo
conteste esa llamada, sí, de acuerdo,
el jueves a las cuatro,
de acuerdo, amigo Ariel,
hay que hacer algo por los refugiados.

5)
Pero pasa que el tipo es un poeta
y un cronopio a sus horas,
que a cada vuelta de la esquina
le salta encima el tigre azul,
un nuevo laberinto que reclama
ser relato o novela o viaje a Islandia,
(ha de ser tan traslúcida la alborada en Islandia,
se dice el pobre punto en un café de barrio)
Le debe cartas necesarias a Ana Svensson,
le debe un cuarto de hora a Eduardo, y un paseo
a Cristina, como el otro
murió debiéndole a Euculapio un gallo,
como Chénier en la guillotina,
tanta vida esperándolo, y el tiempo
de un triángulo de fierro solamente
y ya la nada. Así, el absurdo
de que el deseo se adelante
sin que puedas seguirlo, pies de plomo,
la recurrente pesadilla diurna
del que quiere avanzar y lo detiene
el pegajoso cazamoscas del deber.

La rémora del diario
con las noticias de Santiago mar de sangre,
con la muerte de Paco en la Argentina,
con la muerte de Orlando, con la muerte
y la necesidad de denunciar la muerte
cuando es la sucia negación, cuando se llama
Pinochet y López Rega y Henry Kissinger.
(Escribiremos otro día el poema,
vayamos ahora a la reunión, juntemos unos pesos,
llegaron compañeros con noticias,
tenés que estar sin falta, viejo.)

6)
Vendrán y te dirán (ya mismo, en esta página)
sucio individualista,
tu obligación es darte sin protestas,
escribir para el hoy para el mañana
sin nostalgias de Chaucer o Rig Veda,
sin darle tiempo a Raymond Chandler o Duke Ellington,
basta de babosadas de pequeñoburgués,
hay que luchar contra la alienación ya mismo,
dejate de pavadas,
elegí entre el trabajo partidario
o cantarle a Gardel.

7)
Dirás, ya sé, que es lamentarse al cuete
y tendrás la razón más objetiva.
Pero no es para vos que escribo este prosema,
lo hago pensando en el que arrima el hombro
mientras se acuerda de Rubén Darío
o silba un blues de Big Bill Broonzy.

Así era Roque Dalton, que ojalá
me mirara escribir por sobre el hombro
con su sonrisa pajarera,
sus gestos de cachorro, la segura
bella inseguridad del que ha elegido
guardar la fuerza para la ternura
y tiernamente gobernar su fuerza.
Así era el Che con sus poemas de bolsillo,
su Jack London llenándole el vivac
de buscadores de oro y esquimales,
y eran también así
los muchachos nocturnos que en La Habana
me pidieron hablar, Marcia Leiseca
llevándome en la sombra hasta un balcón
donde dos o tres manos apretaron la mía
y bocas invisibles me dijeron amigo,
cuando allá donde estamos nos dan tregua,
nos hacen bien tus cuentos de cronopios,
nomás queriamos decírtelo, hasta pronto-

8)
Esto va derivando hacia otra cosa,
es tiempo de ajustarse el cinturón:
zona de turbulencia.

Nairobi, 1976